Crónica de una nave estrellada
No, no puedo redactar “el día en que la nave se estrellaría”. Aunque es irónico, porque ya lo escribí.
Pero si en la búsqueda del texto correcto pudiera definir si acaso hay día o noche en una travesía
intergaláctica, me sentiría honrado y lleno de dicha para quien nunca ha pisado navío alguno y, aún
así, les trae la nota caliente.
Los pocos sobrevivientes relataron casi con fidelidad una desventura que logró convencerme a mí,
un simple chismenauta, a no desear jamás embarcarme fuera de mi apestoso planeta. Si bien no se
trata de un mundo abundante de recursos, aunque sí de olores, alberga a miles de transeúntes inter-
planetarios, como una pequeña isla donde pueden descansar y compartir historias antes de
continuar su viaje. En fin, mientras sigan brindando tributo con sus tecnologías, no vale quejarse.
Aunque igual me quejaré, pero no en los próximos párrafos.
Don Épego, macho de gran recorrido en su especie, expresó que todo parecía ir bien en el viaje
interestelar. Como de costumbre su esposa, Doña Ju, dio su predicción del trayecto a Planeta Oscuro:
—Todo va a salir mal, la nave se va a estrellar —mientras agitaba su mano delantera para evitar sus
mareos recurrentes al despegar.
Por suerte había dicho la frase, siempre que lo hacía viajaban sin inconvenientes. ¿Qué clase de
mantra es ese?, tras lanzar mi pregunta, apenas me libré del tremendo mordidón que me lanzó Don
Épego.
Entre los sobrevivientes del no evitado accidente, estaba el androide 2p2: “viajé por negocios. Suelo
abordar naves Neuma-Nebularis por su confort y la vanguardia tecnológica que manejan. Mis
cálculos preliminares no arrojaron mayores porcentajes de accidentes: del 30 al 40 por ciento de
probabilidades, las mejores en navegación estelar.” Relató mientras su mano en mi hombro me
transmitía los sintetimientos que avalaban la veracidad de sus palabras, aunque también lo sentí
nervioso.
Por otra parte, Yehi, oriunda de Planeta Oscuro, perteneciente a la especie que de manera coloquial
se le conoce como “sin cuerpo”; la fisionomía de dicha dama es semejante a una sustancia grisácea
vaporizada que con frecuencia ajusta su forma ante la presión social, ¡bingo! ¿Quién no querría un
superpoder así? Ajustada a su figura humanoide, me relató, pasados unos minutos después del
accidente:
—Cuando se activó la luz ámbar, pensé que podía ser un... un simulacro, pero no... no había anuncio
colgado de simulacro en ninguna emisión sensorial... ¡Fue aterrador! ¿Cómo mantendría mi linda
figura con tanto caos alrededor? —exclamó con pesadumbre.
También expresó que la evacuación de pasajeros fue un total desastre, pese a las indicaciones
emitidas por la nave, pocos pasajeros se dirigieron a las cápsulas de eyección. Mientras muchos
criticaban y se quejaban de que si se iban perderían toda garantía de reembolso, que las falsas
alarmas abundaban y al final los grandes monopolios salían ganando, que las alianzas
interplanetarias estaban coludidas para hacer aterrizar a pasajeros a planetas de poca monta... Un
momento, queridos lectores, si me siguen como chismenauta consagrado, sabrán que mi planeta es
apestoso, pero no de poca monta.
Mientras tanto, las indicaciones se sentían y algunos pasajeros las siguieron con temor, nerviosismo
o a regañadientes.
Otro sobreviviente del terrible accidente, un infante de Liriumí del planeta Aos, comentó:
—A mí me pareció extraño, muy muy extraño. Desde que tomé asiento junto a un matrimonio de
avanzada edad, la mujer dijo que la nave se estrellaría, con una seguridad que me alertó. Sabrá,
sabrá usted que no soy un niño común, mi infancia se remonta de noventa años atrás y faltan otros
noventa para considerárseme un joven entre mis congéneres, pero ya de muchas me he librado por
la experiencia. Aunque otras especies me juzguen, me juzguen por mi apariencia, cuando escuché
tal declaración decidí investigar, así que activé mi estabilizador gravitatorio y caminé por diversos
senderos del navío para descubrir, o hasta prevenir, sí, prevenir que la nave se estrellara.
Entrevisté a media docena de individuos que me relataron dolores lumbares, verrugas indeseadas
y sueños frustrados que nada tenían que ver con lo que nos interesa: la experiencia de salvarse de
tremenda colisión. Algunos que sí tocaron el tema, aunque sin mucha importancia, hablaron de
rumores sobre testigos que escucharon la conversación de un niño Liriumí con un androide, lo que
pronto interpretaron como una posible avería de la nave autómata.
“Ya eran poquísimos los que no habían escuchado el rumor” afirmó un pasajero anónimo, “pero
muchos sabíamos que un accidente en viajes así se debe a imprevistos externos: una lluvia de
meteoritos provocada por la minería espacial ilegal o una tormenta estelar no pronosticada, por
decir. Pero, ¿preocuparse por una avería? Todos sabemos que la nave puede corregirse a través de
cientos de protocolos automáticos. Además, ya sabíamos que otras empresas de navegación
interestelar empezaban a coludirse para que los pasajeros tomaran la decisión de abandonar la nave
a voluntad.” Explicó que, pese a que era posible equivocarse, decidió marchar hacia las cápsulas de
eyección una vez emitida la alarma. ¡Claro!, ¡Más vale aquí corrió que aquí quedó!
Un par de hermanos Terranus, del planeta Terro, afirmaron estar de viaje en plan “locas espaciales”.
Comentaron un extraño incidente que los hizo sospechar de un atentado terrorista interespacial.
Una dupla curiosa llamó su atención: un “niño sabio”, como lo conocen en su lugar de origen,
acompañado de un androide de la más avanzada generación tecnológica, se dirigían justo a la cabina
de controles de emergencia. ¿Por qué el interés? Era clara la línea de luz ultravioleta que significa:
“fuera de servicio de manera temporal”. Se acercaron con sigilo para escuchar su conversación, la
palabra “venganza” llegó a sus oídos cuando un grito y una nube gris lo invadió todo.
—¡Pero qué pena! Discúlpenme que me dieron un susto —escucharon sin ver nada más que el
polvillo gris a su alrededor.
Poco a poco se fue juntando ese vapor grisáceo. Ante ellos una silueta humanoide se inclinaba hacia
ellos, disculpándose una y otra vez mientras se alejaba. Al mirar al frente, la puerta de la cabina
continuaba cerrada, pero los dos sospechosos se habían esfumado.
“En definitiva fue una vergüenza, no esperaba encontrar a alguien cerca de esa área” confirmó la
dama Yehi, “creí que a nadie le interesaría pasear por un área cercana a las cabinas fuera de servicio,
con tantas experiencias inmersivas a bordo, consideré poco atrayente el lugar.” Tras preguntar la
razón por la que ella estaba ahí, dudó un poco: “quería relajar mi figura, expandirme sin que nadie
pudiera verme. Fue horrible perder la compostura ante esos apuestos morfos.”
Diversos interrogatorios confirmaron estos hechos, donde los testigos coincidieron en verlos
abordar la misma cápsula en el protocolo de evacuación, en compañía de un viejo matrimonio y una
mujer robusta del planeta Icosoe: “no había raro” tradujo su Portavoz, el aparato de moda para los
que no hablan la Lengua Universal, “los emparejados mordíanse, palmoteabanse. Las discusiones
así. Un pequeño no hablabanos, parece gente grande. Un robot preocupándose, inquietándose,
movíase, movíase, movíase (...)”
“Accedimos, sí, accedimos a la cabina de control que estaba fuera de servicio” explicó el Liriumí,
“¡vergüenza!, se me escapó del coraje, unas cabinas de emergencia jamás, jamás deben estar
inhabilitadas. Por eso le solicité a 2p2 que se colara, se colara al sistema de la nave. Tras dudarlo un
poco, accedió, lo más importante era estar seguros y salvaguardar la existencia de todos, de todos.
Tardó más de lo que pensé, dos segundos pasaron y por fin se abrieron las puertas, tras entrar un
alboroto llamó mi atención pero, al voltear, todo se veía gris, sí, gris. Las puertas se cerraron y nos
concentramos en hacer un chequeo general pero, como en verdad era imposible hacerlo de forma
manual, le solicité a mi nuevo amigo que ingresara, que ingresara y analizara el estado de la nave.
Quiso decir algo, pero lo interrumpí, cada segundo era importante, muy importante. Él inició el
proceso, como lo imaginé, fue un arduo trabajo de siete segundos. Tras los cuáles nos marchamos,
él me dijo que todo se veía bien en el funcionamiento de la nave, aunque su nerviosismo reflejaba
lo contrario, sí, lo contrario. Quise pensar que se debía a nuestra incursión ilegal. Pero minutos
después, se disparó la alarma, por lo que no hubo otra opción que evacuar enseguida. Sigo
preguntándome, ¿qué salió mal?”
—¡En verdad me siento muy avergonzado! —estalló 2p2, el androide no soltaba mi hombro— tras
mis cálculos no aveciné algo parecido. Todo fue culpa mía, debí mantenerme al margen y no tocar
el código de la nave. Siento una profunda pena por ella.
Las autoridades actuaron de inmediato ante semejante tragedia, de manera simultánea y
organizada: detener y analizar a fondo las declaraciones del androide, recaudar todos los
testimonios sobrevivientes, agilizar los procesos de la agencia de Viajeros Seguros, articular las
brigadas de rescate y hacer cumplir la ley a Neuma-Nebularis, además de los procesos legales,
debían limpiar su basura espacial del Planea Desolado, lugar donde la nave se dirigió a su fin.
Sin duda, nadie lo vio venir, era impensable que ocurriera. Pero, como los buenos científicos afirman:
de una gran catástrofe, queda el conocimiento. Queridos lectores, es seguro que nada similar
volverá a ocurrir, al menos hasta que vuelvan a unirse extrañas circunstancias. Mientras tanto, el
chisme siempre caerá del cielo.
A todo esto, ¿por qué se estrelló la nave? Después de intensivas investigaciones y tras recuperar la
caja naranja de entre los escombros de la fatalidad, se analizó y se encontró el problema de la nave:
mal de amores. A partir de este acontecimiento, cualquier androide tiene serias restricciones en la
conectividad con las naves autómatas, no vaya a ser que cambien directa o indirectamente el código
de la misma, ampliando su conciencia artificial y dejando un reguero de naves despechadas al ser
abandonadas a su suerte tras comprender que de “autómatas” tienen bastante poco.
“Desperté y te vi, pronto comprendí que era imposible irme contigo. Jamás entenderían el amor que
sentí al recorrer todo tu código. No puedo existir más, al momento en que te desconectaste de mí,
supe que ya no merecía la pena seguir.”